Anem a reproduïr textualment un article, a dia 22 de juny de 2.010, de la versió digital del periòdic Levante-EMV. Un article que ja ha creat pol·lèmica entre els internautes. És aquest:
Hablar en valenciano causa estrés
Los psicólogos Ferran Suay y Gemma Sanginés, de la Societat Valenciana de Psicologia, analizan en un estudio “el estrés añadido” que soportan los valencianohablantes al resistirse a cambiar de idioma cuando interactúan con hablantes de la lengua dominante, el castellano. En su libro “Sortir de l’armari lingüístic” proponen consejos para rebajar esta tensión personal y sentirse bien al elegir la lengua propia.
PACO CERDÀ VALENCIA Tal vez porque la anómala situación del valenciano desborda los campos de la filología o la sociolingüística, o porque su situación es directamente de psiquiatra, los psicólogos Ferran Suay y Gemma Sanginés han sentado en el diván a la lengua de Ausiàs March. El objetivo era descubrir, desde la psicología social, las dificultades que atraviesan los valencianohablantes en su estado de minorización lingüística, especialmente notoria en la Comunitat Valenciana y sus grandes urbes. El resultado, publicado en el libro Sortir de l’armari lingüístic (Angle Editorial), es doble. Por un lado, los autores revelan un sorprendente diagnóstico: hablar en valenciano conlleva “un estrés añadido” en las situaciones comunicativas. Por otro lado, la obra facilita una guía práctica de consejos para aprender a vivir en valenciano “sin traumas y con comodidad”.
La clave inicial de la cuestión reside en el travestismo lingüístico de tantos valencianohablantes. “La mayoría de nosotros -explican los dos psicólogos- giramos al castellano con una gran facilidad, sin necesidad de ninguna gran fuerza coercitiva que nos obligue”. Unos se pasan al español al dirigirse a cualquiera que no tenga aspecto de hablar en valenciano. Otros cambian de idioma desde que el interlocutor da muestras de no entender el mensaje. Hay quienes sólo dejan su lengua habitual cuando el prójimo se disculpa por no hablar en valenciano. Y prácticamente todos cambian de idioma cuando el interlocutor afirma que no entiende el valenciano y pide explícitamente que se le hable en castellano.
Sin embargo, todavía queda un reducido grupo de resistentes que siguen hablando en valenciano a pesar de todos los pesares. Este combate cotidiano, fruto de un compromiso lingüístico en muchos casos, es una tarea “muy fatigosa” que acarrea “un coste personal bastante elevado”: “les perjudica el estado de ánimo y les provoca malestar”.
“Incertidumbre” y “amenaza”
Los autores del libro explican que las tres características comunes a todo aquello que provoca estrés (“incertidumbre, control relativo de la situación y amenaza”) se abaten sobre los valencianohablantes en cualquier situación comunicativa. “Esta dosis extra de estrés deriva de la percepción más elevada de incertidumbre respecto al curso que seguirá la interacción comunicativa, del hecho de que la responsabilidad -o el control de la situación- recae fundamentalmente en ellos, y de la sensación de que -en última instancia-, tenemos las de perder”, precisan.
Pocos hablantes resisten la presión diaria, constante, de estas condiciones tan adversas como inconscientes. Hay que despojarse de este estrés suplementario. Para lograrlo (y hasta que se complete la normalización del valenciano en su propia tierra), Suay y Sanginés aportan en su libro una serie de consejos para modificar la forma en la que los valencianohablantes afrontan las interacciones con los hablantes de una lengua normalizada, como es el castellano, con el fin de sentirse más cómodos.
La primera sugerencia es “mantener” habitualmente el valenciano. Por lo menos, hasta que el interlocutor afirme explícitamente que no lo entiende. Que diga que no lo habla o no sabe hablarlo, pues, no sería suficiente. Para acostumbrarse a las conversaciones bilingües, recomienda el ensayo, hay que tener “paciencia”, “no dar justificaciones de tu comportamiento” y “evitar las discusiones en términos ideológicos, históricos o de derechos”.
“Técnicas de defensa”
En caso de recibir ataques o críticas, como “radical” o “maleducado” por resistir en el uso de la lengua propia, los psicólogos Suay y Sanginés proponen cuatro “técnicas de defensa”. Una, la del Banco de niebla, consiste en responder “pot ser” o “és possible” para desactivar las críticas. Otra es la opción del Disco rayado: “Entenc el teu argument, però seguiré parlant valencià”. Una tercera, la cansina técnica de la Operacionalización, se basa en que el interlocutor defina lo que entiende por “obsesión”, “radicalismo”, “matraca” o cualquiera que sea su acusación, hasta que se canse. La cuarta técnica propuesta, El refuerzo de la crítica, consiste simplemente en dar la razón sin hacer caso.
Son estrategias para neutralizar los ataques y contrarrestar las descalificaciones. Si no funcionan, subrayan los autores, siempre puede recurrirse a los argumentos más sólidos y sencillos : “Parle en valencià perquè m’agrada”, “perquè m’és més còmode” o, en último extremo, “perquè vull”. No se trata, en fin, de poder hablar valenciano en cualquier contexto. Sino de hacerlo sin estrés añadido ni culpabilidad.